¿Será que realmente amas a Dios?

Situaciones cotidianas pueden ayudarte a descubrir si ese amor es verdadero
¿Ya te ilusionaste con algo o alguien? La sensación de descubrir que las cosas eran completamente diferente de lo que imaginabas es realmente mala, ¿o no? ¿Y ya te has ilusionado contigo misma?
Identificar cuando te ilusionas con alguien es relativamente fácil, pero muchas veces no percibimos el autoengaño.
En lo cotidiano nos sorprendemos positivamente cuando superamos nuestras propias expectativas y conseguimos realizar algo o soportar una situación. ¡Qué maravillosa sensación! Pero la decepción también tiene algo común para nosotras las mujeres. Ella surge, por ejemplo, cuando hacemos algo que hasta entonces considerábamos inadmisible.
Eso muestra que no basta solo decir cómo queremos conducir nuestras vidas: tenemos que probar nuestras actitudes. Es por eso que la Palabra de Dios nos orienta a estar siempre atentas a todo lo que pueda desviarnos de lo justo. ¿Quién no recuerda el caso del apóstol Pedro, que le dijo al Señor Jesús que moriría por Él si fuera necesario, pero, tiempo después, negó 3 veces que lo conocía cuando fue acusado de ser uno de Sus seguidores? Es fácil decir: «yo nunca actuaría como Pedro». Difícil es hacer algo diferente a lo que él hizo. Y solo hay una forma de saber cómo actuarías en una situación difícil.
También puedes ver: Alertas del Fin: tal vez este es el último aviso que recibirás de Dios
Probado y aprobado
El gran desafío de toda mujer —y de todo ser humano— no son las dificultades y tentaciones que vive, sino su reacción cuando estas surgen. Las pruebas son buenas porque, al pasar por ellas, podemos constatar cómo realmente estamos desde el punto de vista espiritual. El amor que afirmamos tener por Dios será evidente en nuestras acciones delante de los problemas. Así como probamos el amor de aquellos que dicen amarnos de verdad, Dios también hace eso.
Dios nos prueba delante de las tentaciones, no porque Él lo necesita, pero sí porque nosotros necesitamos saber quiénes estamos siendo y, así, podamos corregirnos.
Al final, Dios espera que nosotros lo amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas (Deuteronomio 6:5). Amar «con todo el corazón» involucra sentimientos y voluntades, mientras que amar «con toda el alma» se refiere a nuestros deseos y planes. Amar a Dios es dejar nuestra voluntad, nuestros sentimientos y nuestras propias necesidades para hacer Su voluntad. Así, Dios permite que tengamos acceso a personas que nos incitan a hacer lo que nos agrada para probar lo que realmente más apreciamos: si es nuestra voluntad y nuestra libertad o la voluntad de Dios. Además, las pruebas indican si les tememos a las situaciones y a lo que van a pensar de nosotros o si tememos a Dios.
Por eso es tan importante meditar en la Palabra de Dios diariamente. Ella nos da temor, cuidado, hace que nos «caiga el veinte» y nos muestra la verdad en relación con lo que estamos haciendo, no para acusarnos, sino para que tengamos cuidado con nuestras vidas y decisiones para que podamos arrepentirnos, es decir, tomar decisiones favorables al cambio de nuestras vidas y de nuestras elecciones.
Te recomendamos leer: «Mi Familia en el Árbol de la Vida»: participa de este propósito especial
comentarios