Las personas a las que Dios escucha

La perfección no es lo que más Le deleita a Dios en el ser humano. En el Santo Culto del pasado domingo 25 de agosto, el obispo Franklin Sanches les enseñó a los presentes que el Señor se complace de encontrar a una persona arrepentida.

«Él sabe todo sobre nosotros: conoce nuestro pasado, presente y lo que sucederá en el futuro. Además, Dios es la verdad, por eso no Le gusta la mentira ni la falsedad. Él prefiere al pecador lleno de lodo, pero que reconoce su situación; no a aquel que se hace pasar por una persona recta, buena y santa, pero que esconde cosas detrás de la cortina», explicó.

Algunos piensan que su pasado ni su pecado se pueden borrar por tantos errores cometidos. Sin embargo, Dios no ve eso… De entre tantos ejemplos bíblicos que lo demuestran, se encuentra el de Pedro.

La Biblia cuenta que Pedro pasó toda la noche echando la red de un lado para el otro, pero no logró atrapar ni un pez. Al amanecer, mientras él y sus socios estaban lavando las redes, Jesús llegó y le dijo que saliera a pescar de nuevo. Pedro obedeció y pescó tanto que la barca se estaba hundiendo, tuvo que hacerles señas a sus compañeros para que llegaran y lo ayudaran. No obstante, lo que llama la atención es la reacción que tuvo:

«Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador! Porque el asombro se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la redada de peces que habían hecho; y lo mismo les sucedió también a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón» (Lucas 5:8-10).

En lugar de sentirse merecedor de una bendición por trabajar toda la noche, Pedro dijo no ser digno. «Ese es el tipo de persona que Le agradan a Dios, aquellas que no intentan esconder ni justificar sus pecados o culpando a otros. Por ejemplo: un hombre engaña a su mujer porque dice que ella es fría con él; es decir, justifica su pecado culpando a otra persona. Lo que Dios quiere es que cada uno reconozca su error. Jesús es el Salvador únicamente de aquellos que están arrepentidos; no puede salvar a quien finge», añadió el obispo.

Después, Jesús le respondió a Pedro: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y después de traer las barcas a tierra, dejándolo todo, Le siguieron.» (Lucas 5:10-11).

El Espíritu Santo nos llama para salvarnos, no para condenarnos. No son pocos los que creen que no tienen perdón y por eso nadie sabe lo que hicieron. Sin embargo, si esa persona se postra ante Jesús y dice con sinceridad: «Señor, soy un pecador, apártate de mí porque no soy digno de que me perdones; lo que hice fue terrible, ni yo me perdono», ese será perdonado.

«El pecador se convirtió en un pescador de almas. Y en el instante los demás hombres también tomaron la decisión de seguir a Jesús. El Señor quiere que usted decida lo mismo. Si se arrepiente hoy, puede ser salvo. Dios es muy grande: “Qué Dios hay como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la rebeldía del remanente de su heredad? No persistirá en su ira para siempre, porque se complace en la misericordia.” (Miqueas 7:8). La misericordia de Dios es tan grande que para Él es asunto olvidado y, por lo tanto, usted está limpio. Pero no se trata de pedirle perdón a Dios hoy y mañana hacer lo mismo. Cuando uno se arrepiente, para Dios se acabó, porque el arrepentimiento va acompañado de una decisión: abandonar ese pecado y no volver a cometerlo. Así es ese Dios al que sirvo: no importa lo que usted hizo […], Él recibirá su vida», finalizó.

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