Muchos se hacen a la idea de que tienen al Señor Jesús en su vida solo porque recibieron bendiciones, pero, de acuerdo con lo que enseñó el obispo Franklin durante el Santo Culto del pasado domingo 17 de noviembre, las bendiciones suceden porque la persona usó su fe. No obstante, eso no significa que ella haya nacido de nuevo. «Cuando la persona no recibe la nueva vida, que es dada por el Espíritu Santo, conquista y pierde, se levanta y se vuelve a caer, porque no aconteció en ella el milagro del nuevo nacimiento», explicó.
Eso solo acontece cuando la persona se arrepiente, sin embargo, no todos comprenden este asunto o difícilmente lo aceptan: «Algunos piensan: “yo no soy una persona tan mala”, pero no es cuestión de ser malo, sino de que todos pecamos y Lo necesitamos», destacó.
Sin un arrepentimiento sincero, Dios no puede transformar la vida de un individuo. Así lo dijo el mayor profeta de la Biblia, Juan el Bautista: «Arrepiéntanse, porque el Reino de los Cielos se ha acercado.» (Mateo 3:1-3).
Aunque uno se bautice físicamente en las aguas, si no reconoce cuán lejos está de Dios y no se arrepiente de sus errores, seguirá generando sufrimiento y consecuencias para sí mismo, y lo peor es que no podrá acercarse al Señor.
Frutos dignos de arrepentimiento
«Entonces Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán, acudían a él, y confesando sus pecados, eran bautizados por Juan en el río Jordán. Pero cuando vio que muchos de los fariseos y saduceos venían para el bautismo, les dijo: ¡Camada de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira que está al venir? Por tanto, den frutos dignos de arrepentimiento» (Mateo 3:5-8).
Algo que el obispo destacó es que el arrepentimiento es la decisión de cambiar de vida y tenerle odio y rechazo a los errores que se estaban cometiendo. Sin embargo, algunos no entienden esto cuando se bautizan en las aguas: «La idea del bautismo es sepultar mi vieja vida, mis malas costumbres y mi pasado; y al salir de las aguas comenzar una nueva vida», dijo.
Esos frutos a los que Juan se refiere son las acciones que tomamos para dejar atrás el pecado. Por ejemplo, si una persona tiene problemas con las adicciones, decide cortar contacto con quienes le inducen a las drogas y desecha todas las sustancias y objetos que usa para su consumo. O bien, si tiene problemas con la pornografía, renuncia a sus dispositivos y a todo lo relacionado con los sitios o grupos que publican ese tipo de contenido.
Como ya se dijo, todos fallamos, solo que la mayoría compara el nivel de un pecado con otro. «Muchos dicen “obispo, yo no bebo, no fumo ni me drogo”, sin comprender que engañar y tener malos ojos hacia alguien son pecados iguales para Dios. Hay personas que nunca le hicieron daño a nadie, pero odian a una persona. Sin embargo, cuando se arrepienten, entienden que no pueden alimentar ese sentimiento y, aunque no sientan ganas, perdonan.
Y como resultado del arrepentimiento sincero, ocurre el bautismo con el Espíritu Santo, el mayor milagro:
«Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de Mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.» (Mateo 3:11).
Y, para finalizar el obispo dijo: «Jesús no le condena, mucho menos nosotros, pero ahora haga las cosas bien. No hay una cadena de bautismos en las aguas, solo hay uno: cuando se hace con arrepentimiento. Si no es así, no hay bautismo con el Espíritu Santo y, por lo tanto, no le podrá dar una nueva vida. En cambio, cuando sucede así, Él le confirmará que es un hijo de Dios. ¡Eso es muy grande! A partir de ese momento, uno comienza a abominar lo malo y pasa a tener la mente de Cristo. Los problemas van a continuar, y usted los va a vencer poco a poco, pero en su interior tendrá paz».
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