«Hoy vas a pasar el Jordán»

El secreto para que la vida de una persona cambie radica en que ella escuche y ponga en práctica la Palabra de Dios. Y una vez que decidimos obedecerla, el Señor irá delante de nosotros y hará cosas que ni siquiera imaginamos que podemos alcanzar, según destacó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado domingo 8 de diciembre, con base en este fragmento:
«Oye, Israel: Hoy vas a pasar el Jordán para entrar a desposeer a naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo, un pueblo grande y alto, los hijos de los anaceos, a quienes conoces y de quienes has oído decir: “¿Quién puede resistir ante los hijos de Anac?”. Comprende, pues, hoy, que es el Señor tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor. Él los destruirá y los humillará delante de ti, para que los expulses y los destruyas rápidamente, tal como el Señor te ha dicho.» (Deuteronomio 9:1-3).
¿Por qué pasar el Jordán?
El obispo explicó que pasar el Jordán es tomar la decisión de dejar atrás la vieja vida. Cuando alguien entiende esa necesidad, ya no quiere vivir de la manera en que está viviendo, ya no quiere ser quien ha sido. Entonces, se bautiza en las aguas, no para cumplir un ritual en la iglesia, sino para comenzar una nueva vida.
«Es como un matrimonio. Cuando usted se casa, inicia una nueva vida con una persona. A partir de ese momento, deja atrás la vida de soltero y comienza a vivir en función de su pareja, y viceversa. ¿Por qué muchos matrimonios no funcionan? Porque la persona quiere casarse y, a la vez, continuar con su vida de soltero(a), como irse de fin de semana con sus amistades, salir a la fiesta, irse con su mamá… Uno debe entender que, al casarse, se dedica a esa persona porque quiere que ella sea feliz. Y cuando cruzo el Jordán decido lo mismo: dejo atrás la vida errada, porque a partir de ahora me voy a dedicar a un solo Dios, viviré para Él y para agradarle; y si yo lo hago, Él también lo hará por mí», comparó.
Y una vez que cruzamos el Jordán, pasamos a tener la garantía de que ya no estaremos solos.
De hijo del carpintero a Hijo de Dios
Antes de que el Señor Jesús fuera al río Jordán, era conocido como el «hijo del carpintero», «el hijo de María». Nadie sabía que era el propio Dios, pero cuando bajó a las aguas para bautizarse (no porque lo necesitara, sino para dejarnos el ejemplo de que todos tenemos que ir) y salió de ellas, el Espíritu Santo descendió sobre Él y Dios dio testimonio diciendo: «Este es Mi Hijo amado» (Mateo 3:17).
En otras palabras, «”no es el hijo del carpintero, ni el hijo de María, Él es Mi Hijo”. A partir de aquel momento, Jesús comenzó a manifestar cosas sobrenaturales nunca antes vistas», dijo.
Cuando el Señor fue a Nazaret, Su lugar de nacimiento, los habitantes se preguntaron quién era Él y por qué tenía poder y sabiduría. Ellos vieron a otro Jesús, que hacía cosas maravillosas. «Y eso es lo que sucede cuando usted cruza el Jordán: el Espíritu Santo viene sobre su vida para hacer cosas extraordinarias […]. En el momento en que uno va a las aguas del Jordán, es decir, se entrega a Jesús con todo su corazón, el fuego de Dios irá delante de usted», señaló el obispo haciendo referencia a los versículos de arriba.
Ese fuego es el Espíritu Santo, y ha estado presente en varios hechos: cuando Abraham hizo alianza con Dios, el fuego pasó entre los animales sacrificados; cuando Moisés fue al monte Sinaí, en lo alto había fuego; cuando Elías oró, el fuego descendió del cielo; y en el día de Pentecostés, el Espíritu de Dios vino como en lenguas de fuego.
«Dios quiere ir delante de usted, pero no lo hará si no cruza el Jordán. El Espíritu Santo no habitará en una persona que no está dispuesta a abandonar su vieja vida. Y para eso es el bautismo, para sepultarla en Cristo, no para ser bendecido. Una vez que Él entre a su vida, será conocido como hijo amado de Dios», finalizó.
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