El mundo donde todo es posible

La fe abrahámica es la que nos guía sobre cómo relacionarnos con Dios. Durante el Santo Culto del pasado domingo 16 de junio, el obispo Franklin Sanches explicó los detalles con base en el siguiente fragmento:

«Vino la palabra del Señor a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Dios, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra del Señor, diciendo: No te heredará este, sino un hijo tuyo será el que te heredará.» (Génesis 15:1-4).

El desafío de Abraham

Dios le prometió a Abraham que Él era su escudo, su protección. Por lo tanto, no tenía por qué temer, pues quien tiene a Dios tiene todo. Si uno escucha esas palabras que el Señor le dirigió a Abraham, la reacción natural es alegrarse. Sin embargo, el padre de la fe actuó diferente: «¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?» (Génesis 15:2).

«¿Qué quería decir Dios con “galardón” (un regalo)? Si lo que él más quería no lo había recibido. Abraham desafío a Dios con su respuesta […], él estaba probando Su Palabra. El Señor no vio falta de respeto en él, no lo fulminó con un rayo, al contrario, le agradó su sinceridad. Tal actitud motivó a Dios a hacer un pacto con Abraham, la situación difícil exige un desafío, una prueba, una actitud de fe», destacó.

La fe abrahámica es así, arrojada; es una fe que no nos deja lamentarnos por el fracaso. «Entonces, no tengo por qué resignarme, tengo que cobrar la promesa. Si Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”, entonces, ¿me quedaré de brazos cruzados? No es así como funciona, vea lo que Él dijo: “Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza” (Mateo 11:12).

Vea que las cosas de Dios son conquistadas por la fuerza de la fe, no la del brazo. Cuando Jesús habló, estaba mostrándonos qué tipo de fe debemos tener, la fe violenta. No es esperar a que las cosas sucedan por sí solas; la fe bíblica es un don de Dios, nos hace confiar en lo que está escrito y vamos a luchar por eso», dijo el obispo.

El mundo de Dios

Abraham había sido audaz con Dios, pero también se veía limitado por su condición física; además solo le pedía un hijo, pero el Señor quería obrar en él grandemente: «Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.» (Génesis 15:5).

Estar dentro de su tienda significa que Abraham estaba mirando para sus condiciones. Era un hombre grande y su mujer también. Entonces, ¿qué fue lo que Dios hizo?

El obispo refirió que Dios tomó a Abraham de las manos y lo llevó afuera, es decir, lo sacó de su mundo para llevarlo a uno diferente, porque el mundo de Abraham era el mundo de lo imposible, el del «no puedo». En cambio, el mundo de Dios es «todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Y usted tiene que decidir en qué mundo vivirá.

«Abraham quería un hijo, pero Dios le dijo que su descendencia sería como las estrellas. Todo aquel que cree en el Señor Jesucristo es hijo de Abraham. Cuando él miró aquellas estrellas, yo estaba allá, usted también estaba ahí. Es imposible contar las estrellas, eso fue lo que Dios le mostró; Abraham estaba preocupado por un problemita y Dios le mostró Su grandeza […]. Entonces, ¿qué es para Él cambiar a su marido? ¿Qué es para Él abrirle una puerta de trabajo? ¿Qué es para Él desatar sus caminos para que usted tenga recursos para pagar sus deudas? ¿Qué es para Él curar su enfermedad?

«Y yo le quiero invitar para usted también salga de su mundo y venga al mundo donde todo es posible para aquel que cree en el Señor Jesucristo. ¿Quién quiere venir al mundo de Dios?», finalizó.

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