El cielo solo nos muestra una parte

¿Qué vemos cuando miramos al cielo?
Cuando levantamos la vista, podemos ver el cielo azul, las nubes y, por la noche, las estrellas. Pero lo que observamos es solo una pequeña parte de algo mucho más grande. La Biblia nos habla de tres cielos:
- El primer cielo: Es el que vemos todos los días, la atmósfera que nos rodea.
- El segundo cielo: Es el espacio exterior, lleno de planetas, estrellas y galaxias.
- El tercer cielo: Es la morada de Dios, un lugar que no podemos ver con nuestros ojos físicos, pero que nos espera en la Eternidad.
La inmensidad del universo nos muestra la grandeza del Creador. La ciencia ha descubierto que nuestra galaxia, la Vía Láctea, es solo una entre miles de millones. Si el primer y el segundo cielo ya nos sorprenden con su grandeza, ¡imagina cómo será el tercero!
La prueba de un Dios grandioso
La Biblia nos dice que Dios creó los cielos y la Tierra (Génesis 1:1). También nos revela que el universo entero fue hecho por Su palabra (Salmo 33:6). Cada estrella, cada galaxia y cada parte del cosmos nos recuerda cuán poderoso es Él.
Dios vio que Su creación era buena (Génesis 1). Y cuando nosotros observamos el cielo, sentimos admiración y asombro. Esa grandeza nos lleva a reconocer que hay algo más allá de lo que podemos ver.
Un cielo reservado para quienes creen
El tercer cielo es el más especial de todos, porque es donde habita Dios. En la Biblia, Salomón lo llama «los cielos de los cielos» (1 Reyes 8:27). Es un lugar al que no se llega con un cohete ni con tecnología, sino con fe.
Jesús lo describió como un tesoro escondido y una perla de gran valor: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. El Reino de los Cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.» (Mateo 13:44-46).
Solo quienes creen en Dios y buscan vivir con Él podrán experimentar su gloria en ese lugar.
Un pedazo del cielo en la Tierra
Aunque el tercer cielo es un lugar celestial, podemos tener un adelanto de él en la Tierra a través del Espíritu Santo. Cuando Esteban estaba siendo apedreado, tuvo una visión de los cielos abiertos y vio a Jesús a la derecha de Dios (Hechos 7:55-60). No tuvo miedo ni angustia, porque el cielo ya estaba en su interior. En el momento en que una persona recibe la revelación del tercer cielo, es tan impactante que ignora los sufrimientos de esta vida.
Lo mismo sucede con nosotros. Cuando recibimos al Espíritu Santo, llevamos dentro un «pedazo del cielo». Él nos da paz, consuelo y nos ayuda a enfrentar cualquier desafío con la certeza de que hay algo mucho más grande esperándonos.
La puerta está abierta
En Apocalipsis 4:1 se menciona una «puerta abierta en el cielo».
Ahora pensemos lo siguiente: en todos los lugares hay puertas, pero ¿cómo sería el mundo sin puertas? Las puertas separan los ambientes y determinan quién puede entrar.
La puerta del cielo existe porque no está abierta para todos; está abierta para quienes están dispuestos a entrar por ella. Esa puerta es estrecha y difícil, como dijo Jesús. La mayoría de las personas no viven en la Tierra conectadas con el cielo, pero el cielo debe ser el lugar por el que luchamos para estar en la Eternidad.
La pregunta es: ¿estás dispuestos a vivir de manera que te lleve hasta allí?
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