Somos tan valiosos para Dios que, durante toda la historia de la humanidad, ha tratado de reconciliar al hombre con Él. Son nuestros pecados los que nos separan de Dios. Sin embargo, la razón por la que Jesús vino al mundo y derramó Su sangre en la cruz es para que todas las personas puedan recibir el perdón de sus pecados y regresen con el Señor.
«Dios tiene tanto amor y aprecio por el ser humano que quiere que las personas vuelvan; pero le dio a cada persona el poder de decidir. Él no nos impone Su voluntad, sino que nos muestra el camino para que podamos vivir la vida que planeó para nosotros: Jesús», explicó el obispo Franklin Sanches en el Santo Culto del pasado domingo 15 de diciembre.
La vida que Dios planeó no es una vida de sufrimiento, dolores ni penas, sino plena, abundante y feliz. Sin embargo, no le puede dar esa vida a quien lo rechaza y no quiere obedecer Su Palabra:
«Y sucederá que cuando todas estas cosas hayan venido sobre ti, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y tú las recuerdes en todas las naciones adonde el Señor tu Dios te haya desterrado, y vuelvas al Señor tu Dios, tú y tus hijos, y le obedezcas con todo tu corazón y con toda tu alma conforme a todo lo que yo te ordeno hoy, entonces el Señor tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el Señor tu Dios te haya dispersado […]. Y el Señor tu Dios te llevará a la tierra que tus padres poseyeron, y tú la poseerás; y Él te prosperará y te multiplicará más que a tus padres. Además, el Señor tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que ames al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.» (Deuteronomio 30:1-7).
Moisés y el pueblo de Israel estaban delante del río Jordán recibiendo la orientación de lo que tenían que hacer para que les fuera bien: convertirse al Señor.
«Cuando me entrego a Jesús, no solo uno mismo es beneficiado, Dios también tiene compasión de los míos. Pues ¿cómo Él hará la obra dentro de mi casa si ni siquiera me convierto y dejo que haga Su obra dentro de mí? El Señor no habla de estar dentro de la iglesia, sino de conversión», dijo el obispo. Esto último ocurre cuando uno de arrepiente de sus errores y decide no volver a la vida que está viviendo.
Corazón circuncidado
El obispo explicó que, para los judíos, la circuncisión es un símbolo del pacto de Abraham, pero para nosotros esa circuncisión no es en el prepucio, sino en el corazón; es cuando decidimos en nuestro interior hacer un pacto con Dios.
Luego agregó que, si bien no podemos cambiar el pasado, los errores cometidos ni elegir la familia en que nacimos, podemos volver a Él obteniendo Su compasión e incluso lograr la transformación de la familia que queremos tener.
«Dios prometió que nos prosperaría más que a nuestros padres. Tal vez usted proviene de un hogar sin recursos, pero eso no significa que tendrá que vivir lo mismo, puede cambiar eso. Pero para que eso suceda, tiene que actuar diferente», destacó.
Cuando uno circuncida su corazón, la familia también será alcanzada porque se vuelve representante de Dios dentro de casa, es decir un testimonio vivo, un pilar.
«Si tengo ese corazón circuncidado, mi vida en Sus manos, no vivo angustiado por las personas que me quieren hacer daño, ni me preocupo ni pierdo el sueño, porque está la promesa de que, si me entrego a Él, mis enemigos no estarán luchando contra mí, sino contra el Señor de mi alma, a quien le entregué mi vida, y por eso vivo en paz», refirió, añadiendo que esta «circuncisión» es el secreto para que todo el trabajo de nuestras manos prospere abundantemente y sea bendito.
«Y tú volverás a escuchar la voz del Señor, y guardarás todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy. Entonces el Señor tu Dios te hará prosperar abundantemente en toda la obra de tu mano, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu tierra, pues el Señor de nuevo se deleitará en ti para bien, tal como se deleitó en tus padres» (Deuteronomio 30:8-9).
«Hoy puede circuncidar su corazón para que prolongue sus días viviendo eternamente con Jesús, y en el tiempo que le queda de vida en este mundo usted disfrute lo que Él prometió. Eso solo es posible si decide hacerlo. No importa su pasado o lo que haya hecho, Dios ya lo sabe, solo arrepiéntase de eso, Él le perdona de todos sus pecados, le limpia y le da el derecho de comenzar una nueva vida. Todo el mundo puede lograrlo, basta que uno quiera», finalizó.
También lee: «Hoy vas a pasar el Jordán»