Ambientes virtuosos no cambian a quienes no quieren cambiar

Puedo estar entre los fieles y no ser fiel.
Puedo estar entre los que sacrifican y no sacrificar.
Puedo estar entre los verdaderos adoradores y ser un falso adorador.
Puedo estar entre los trabajadores y ser perezoso.
Puedo estar entre los honestos y ser un engañador.
Entonces, no es el lugar lo que le convierte en una persona justa y santificada.
Lucifer estaba en el cielo y se convirtió en satanás.
Nadab y Abiú estaban en el Tabernáculo y fueron profanos.
Nabal estaba en una buena familia, era bien casado y exitoso con su viñedo, pero aun así era un insensato.
Saúl fue elegido por Dios y colocado en el trono de Israel, pero se convirtió en un desobediente obstinado, envidioso y desviado de los valores divinos.
Así que, no sirve de nada nacer en una buena familia, ir a una buena escuela, pertenecer a una buena iglesia o tener buenos amigos.
Si la raíz de la maldad no sale del interior, tarde o temprano, los malos deseos y pensamientos se pondrán en práctica.
Por eso, el Señor Jesús le dijo a Judas:
«Lo que vas a hacer, hazlo pronto.» (Juan 13:27).
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