«La depresión comenzó desde muy chica, y solo iba empeorando» 

Alrededor de 6 de cada 10 menores de 14 años son víctimas de agresiones físicas y psicológicas durante su crianza, según informa el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Sin embargo, la comunidad de expertos en el tema destaca que las heridas de los abusos se prolongan a lo largo del tiempo, siendo la depresión una de las consecuencias. 

Así comenzó la historia de Camila de la Cruz Vázquez, quien tras perder a su papá teniendo apenas un año de edad, sufrió las consecuencias de la ausencia de su mamá: «ella tenía que trabajar. Como no estaba conmigo, crecí con mi tía, pero siempre fui maltratada. A causa de todo eso, fui cayendo en depresión desde chica. Los años pasaron, me sentía triste y sola, percibía que nadie me escuchaba o me hacía caso. Empecé a tener pensamientos de suicidio e incluso intenté hacerlo en 3 ocasiones», contó. 

El paso de los años no mejoró su situación, Camila reaccionaba negativamente contra su mama: «ya no la obedecía y le decía que nunca me quiso. Fui cayendo más en la depresión, practicaba el cutting y, estando sola, intenté aventarme a los carros que pasaban, pero alguien me rescató. Para mí vivir no servía de nada».  

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Tiempo después, ella supo de la Universal por su familia, pero inicialmente no quería ir, pues a su modo de ver, no lo necesitaba. Sin embargo, sufrió un accidente que empezó a cambiar las cosas: «aunque estaba grave, mi familia no desistió y lucharon por mí usando su fe. Al contarme lo que pasó, quise conocer el lugar. A pesar de que iba, no me afirmaba con Dios. Por ese entonces me detectaron unos quistes, me tenían que operar. Me sentí tan triste y no quería que me intervinieran. Ahí fue cuando decidí ir a la Universal con todo, practicando de verdad lo que dice la Biblia. Realmente usé mi fe y actué conforme a ella. Con el tiempo, arrojé los quistes sin necesidad de cirugía». 

Sin embargo, Camila comprendió que el verdadero milagro no era ese, sino tener al propio Dios habitando en su interior: «entendí que con el Espíritu de Dios tendría paz a pesar de los problemas, así que me dediqué a buscarlo. Oraba en las madrugadas, escuchaba mensajes de fe, meditaba más en la Palabra… Pero, si quería el perdón de Dios, primero necesitaba perdonar. Oré mucho para que Él me diera fuerzas para hacerlo, y no solo eso, hablé y le pedí perdón a mi mamá. 

En el momento en que recibí el Espíritu Santo, todo terminó: la depresión, el insomnio y los deseos de suicidio. Realmente nací de nuevo. Con la presencia de Dios, recibí el amor que no tenía y el vacío interno fue llenado. El Señor me ha bendecido muchísimo, como dice la Biblia: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mateo 6:33). Eso fue lo que hice y hoy en verdad soy otra. Para Él nada es imposible, el camino es entregarse por completo en Sus manos», finalizó. 

Hay esperanza

Si has estado triste o tienes depresión, te invitamos a participar en las reuniones del Templo de los Milagros: Av. Revolución núm. 253, en la colonia Tacubaya, CDMX. Por tu fe, es posible superar el mal del siglo.

También puedes consultar el horario de la reunión en la Universal más cercana a tu domicilio.

(*) La asistencia espiritual no sustituye los cuidados médicos. Será el tipo de trastorno, su origen y el modo de ser de la persona los que configurarán la manera de orientar, en cada caso.